Este 9 de mayo celebramos el Día de Europa. Quienes creemos en los valores que inspiran la Unión, valores como la solidaridad, la fraternidad, la suma de esfuerzos para alcanzar objetivos comunes, entendemos que hoy es el mejor día, por tanto, para reclamar la implicación de Bruselas en uno de los principales problemas de la provincia de Albacete, como de tantas otras en España: la despoblación en el medio rural. Consideramos que es tarea de los organismos europeos tomar conciencia y situar en su agenda el desafío que supone este fenómeno demográfico. Nuestros pueblos son depositarios de elementos a proteger, como la tradición, la cultura, el patrimonio histórico. Europa no puede quedarse de brazos cruzados ante el peligro que la despoblación representa para la supervivencia de nuestros pueblos. Porque nuestros pueblos también son Europa. Todas las administraciones, empezando por la europea, deben garantizar la igualdad de oportunidades de todos los ciudadanos, vivan en una metrópolis de varios millones de habitantes o residan en un pequeño pueblo de la provincia de Albacete. También en estos pueblos está el germen de aquello que nos une en un proyecto común. La voluntad de crecer juntos es compartida, hagámosla posible y hagámosla útil para todos, con recursos suficientes y capacidad administrativa para luchar contra la despoblación de municipios y pedanías que representan tantas y tantas oportunidades que no podemos perder. Que Europa no debe perder. La Unión hace la fuerza, y Bruselas debe incluir a todos en esta aventura tan apasionante como trascendental que es relanzar el proyecto europeo. Contando con todos, sin dejar a nadie en el camino.
Una de las fortalezas del proyecto europeo es su capacidad para concretar soluciones, garantizar servicios, dotar de infraestructuras que permitan, en el plano de lo práctico, el progreso y el desarrollo de los pueblos, especialmente de aquellos que por sí solos tienen dificultades. En este sentido, la Política Agraria Común (PAC) ha sido y es una herramienta fundamental, en tanto en cuanto supone un alimento para la producción agraria de la Unión, un espaldarazo al potencial de zonas agrícolas de extraordinario potencial, como Castilla-La Mancha, y la provincia de Albacete en particular. Ese es el camino: el aprovechamiento de nuestros recursos naturales, la preservación del medio ambiente y la apuesta firme e irrenunciable por una economía rural pujante, con un extraordinario futuro cuando vamos de la mano de Europa. La modernización de las estructuras comerciales, agrarias, ganaderas, así como la sofisticación de los procesos productivos, la conservación del paisaje rural, las políticas ecologistas, son retos de nuestro tiempo tanto como lo es el relanzamiento de la Unión Europea como proyecto ético y político. Su impulso contra las amenazas de los populismos y los nacionalismos. Europa sólo será fuerte si demuestra que sus valores –la solidaridad, la igualdad, el progreso– tienen una traslación al terreno de lo práctico. Hagamos Europa entre todos. Desde el puerto de Marsella hasta los verdes acantilados de Escocia. Desde la vetusta Polonia hasta la melancólica Bulgaria. Desde la fría Helsinki hasta la Sierra del Segura, la Suiza manchega.